Ayer volvimos a sentarnos frente al televisor para asistir a una nueva versión de los encuentros políticos televisados. Reconozco que me inspiraba cierta inquietud previa y afirmo que como bien pudo observarse, faltaron temas de actualidad importante porque estaba pactada su "no presencia" en la noche del debate (corrupción política, seguridad ciudadana, inmigración). A mi entender, demasiado corsé para tanto que contar.
Bajo el marco de la crisis y mostrando su condolencia por el último atentado en Afganistán, ambos contendientes comenzaron la exposición.
El candidato del partido popular hizo lo que decían sus papeles, se hartó de leer y no se salió del guión. Su misión era no decir nada y así sucedió. Está claro que sabe perfectamente que las encuestas le llevan en volandas y no arriesgó en ningún momento aún a fuerza de que hay muchos temas en los que tenía ventaja inicial. Su intervención no fue perfecta y su exposición, atropellada por las cifras.
Nuestro candidato socialista consiguió desnudar el programa oculto de la oposición para llegar a la Moncloa. Las reformas del mercado laboral con la correspondiente reducción de derechos, el plan inexistente para recuperar el estado y la ambigüedad calculada. Expuso algunas ideas maestras para salir todos juntos de la crisis y aunque en alguna fase pareció nervioso, sus preguntas zarandearon a su interlocutor con bastante frecuencia, dando a entender que conoce al detalle los programas de ambos, cosa que el primero no. Su defensa del sector público frente a la privatización del sistema que vislumbra la oposición, hizo del debate un campo de minas.
Conclusiones:
No hay que ser un gran analista político para darse cuenta que ayer en el debate no hubo grandes goles. Rajoy salió al campo a empatar con estrategia "clementina" y Rubalcaba tuvo la posesión del balón, las ocasiones y despejó con solvencia el poco peligro del rival. Ahora bien, si alguien sumó anoche seguro que fue Alfredo, porque el resto aún sigue a estas horas mirando al graderío en espera de la ovación. El discurso del PP es plano y el programa está hueco. Nuestras propuestas amparadas en la salida solidaria y conjunta de la complicada situación económica, preservando derechos y obligaciones, recuperando el espíritu constructivo y obligando a los beneficiarios de la crisis a contribuir a la recuperación, sumarán adeptos en los próximos días con independencia de que los grandes diarios hablen del pescado vendido y de la finalización anticipada de la campaña electoral.
Hasta el rabo, todo es toro...
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