En los últimos tiempos no he asistido a grandes actos públicos. A pesar de las invitaciones que llegan al despacho y de los correos que solicitan inscribirse en multitud de ellos que se programan a lo largo del año, he declinado la inmensa mayoría. Ayer fue el último, para más señas, pero fue por una buena causa que ya contaré.
El pasado 26 de febrero se celebró un evento muy especial al que no pude asistir por motivos de trabajo. Se rendía homenaje a compañeros y compañeras concejalas que ejercieron su labor en el Ayuntamiento de Malpartida de Cáceres. Entre estas personas se encontraba la primera mujer concejala de ese municipio en materia de bienestar social en los tiempos de la alcaldía ejercida por el compañero Antonio Jiménez Manzano, ya fallecido y que en paz esté. Responde al nombre de María Hernández Domínguez, esposa y madre de seis hijos, abuela de cuatro nietos, reconocida activista de asociaciones vecinales, preocupada por su pueblo y por su gente, defensora de la manera de ver la vida de los que defendemos nuestras ideas, escritora y relatora de un precioso libro basado en sus recuerdos desde niña, persona de mirada humilde y sencilla pero de una dulzura y una vitalidad a prueba de bombas, historia viva de su familia, portadora de la sabiduría adquirida a través del trabajo para los demás. Sirvan pues estas líneas para rendirte mi reconocimiento particular en estos días en los que cuando se habla de las personas que nos dedicamos a la política, casi siempre se tuerce el gesto porque creen que tod@s somos iguales aunque sepamos que no es así.
Los mejores actos de reconocimiento son aquellos que además de merecidos, se reciben en vida y se pueden contar a la gente que nos quiere.
Mi más sincera enhorabuena, María.
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